Normalmente
las cosas se inician sin esfuerzo, las empezamos llenos de
alegría, de ilusión y las llevamos a cabo sin
esfuerzo tal vez porque es algo
distinto y novedoso. Existe un momento que ese sin esfuerzo se ve alterado por circunstancias externas o internas
y pasa a suponer algo con esfuerzo. En
mi caso lo subsano rápidamente porque cualquier cosa en mi vida que me cause un
leve esfuerzo lo filtro con mi disciplina y mi constancia y lo hago llevadero
simplemente porque no me planteo si una cosa me gusta hacerla o no, si me
apetece o no, simplemente la incorporo a mi vida a través de un hábito, de una
acción repetida, en algo sin esfuerzo.
Hay
cosas que las empiezo sin esfuerzo y
luego sin querer noto que se transforman en algo que me supone un esfuerzo
por ejemplo leer. Me encanta leer y empiezo todos los libros con entusiasmo y sin esfuerzo pero a la mitad del libro alguno
empieza a aburrirme y aunque lo acabo cono acto de disciplina, lo acabo con esfuerzo. Nadar es lo mismo, empiezo
el curso escolar con ganas de ir a nadar casi cada día pero luego me supone
demasiado esfuerzo y paso a ir 2 veces a la semana. Ese esfuerzo
inconscientemente mide mi vida. Ir a trabajar no me suponía ningún esfuerzo
cuando empecé en mi trabajo actual porque era algo nuevo, distinto y estaba
llena de ilusión, ahora me supone un esfuerzo ir simplemente porque no vibro, no aprendo, no tengo retos y me supone un esfuerzo dirigirme hacía ahí
pero lo hago porque mi manera de ser siempre impera y la disciplina pasa por
encima del “me apetece”
Sólo
hay una cosa en esta vida que la hago siempre sin esfuerzo y sé que el día que me suponga un esfuerzo simplemente dejaré de hacerlo y ni mi disciplina ni mi constancia podrán hacer
nada para remediarlo; amar a alguien,
querer a una persona eso lo hago sin esfuerzo, el día que me suponga un
esfuerzo simplemente dejaré de amar, de querer a esa persona.