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25 de febrero de 2012

Prefiero no hablar de ello




“Prefiero no hablar de ello” se ha convertido en un comodín automático en bocas de muchos. Todo el mundo tiene derecho a silenciarse cuando le viene en gana  aunque,  cuando lo oigo, prefiero  dejar la puerta entreabierta por si  llega un  “Me gustaría hablar de ello”.  En mi caso tiendo a comunicarme fluidamente tanto cuando las cosas pintan oros o bastos pero reconozco que últimamente he tomado ese atajo emocional diciendo  “prefiero no hablar de ello” más veces de las correctas.
Exteriorizar lo que ocurre dentro de nuestra mente, de nuestro corazón, de nuestra alma es necesario para mantener una buena salud emocional. No importa si se verbalizan nuestras preocupaciones o satisfacciones hablando con una persona de confianza, con un desconocido o con nosotros mismos en voz baja, no importa si es por escrito en forma de carta, diario, post, mail, relato o libro. Tanto da el cómo, lo que importa es sacarlo de dentro, no permitir que se enquiste, que se quede encerrado en un rincón oscuro de nuestro interior hasta que caduque y sea demasiado tarde para sacarlo de ahí.
Y todo esto que ya sabía pero tenía medio olvidado, me lo ha recordado una dulce adolescente llamada Alba que ha convencido a su mamá para que la deje debutar en su blog La ventanita de Sory, con un precioso poema llamado Ella. Al leerla he recordado mi adolescencia cuando escribía cartas a un amor imaginario deseando que se convirtiera en real por arte de magia, los primeros esbozos de un futuro perfecto, las conversaciones interminables al lado de una amiga del alma, los pactos de sangre de amistad eterna, los primeros desengaños  incomprensibles.  En esa época empecé a escribir Mi diario fruto de la necesidad de sacar de dentro lo que me quemaba notando como al redactar, se suavizaba la tristeza, los sentimientos difíciles de catalogar. Aún conservo esa costumbre aunque ahora, con los años vivimos se ha transformado en relatos o post sin dejar de ser altamente terapéuticos.
Apuesto por el “Prefiero hablar de ello”, dejar las cosas claras antes de que caduquen porque la felicidad propia está en juego y jugar a perder no tiene sentido.

22 de febrero de 2012

Viento del este, viento del oeste. La suerte




Me encanta que me hagan regalos inesperados, sorpresas agradables, detalles bonitos ¿A quién no? Recientemente (y sin pedirlo !! ), en un comentario de mi post Caballo desbocado, me han pasado un enlace de un cuento sufi realmente bonito. Sin esa persona saberlo, me ha regalado un cuento para mi preciosa colección Viento del este, viento del oeste. Cris Ham tiene un enriquecedor blog llamado Siguiendo a Hamelin que os recomiendo sin lugar a dudas.

Hoy viajamos a un remoto lugar de la antigua cultura árabe dónde.....

Había una vez un hombre que vivía con su hijo en una casita del campo. Se dedicaba a trabajar la tierra y tenía un caballo para la labranza y para cargar los productos de la cosecha, era su bien más preciado. Un día el caballo se escapó saltando por encima de las bardas que hacían de cuadra. El vecino que se percató de este hecho corrió a la puerta de nuestro hombre diciéndole:

-Tu caballo se escapó, ¿que harás ahora para trabajar el campo sin él? Se te avecina un invierno muy duro, ¡qué mala suerte has tenido!

El hombre lo miró y le dijo:

-¿Buena suerte o mala suerte? Sólo Dios lo sabe.

Pasó algún tiempo y el caballo volvió a su redil con diez caballos salvajes con los que se había unido. El vecino al observar esto, otra vez llamó al hombre y le dijo:

-No solo recuperaste tu caballo, sino que ahora tienes diez caballos más, podrás vender y criar. ¡Qué buena suerte has tenido!

El hombre lo miró y le dijo:

-¿Buena suerte o mala suerte? Sólo Dios lo sabe.

Más adelante el hijo de nuestro hombre montaba uno de los caballos salvajes para domarlo y calló al suelo partiéndose una pierna. Otra vez el vecino fue a decirle:

-¡Qué mala suerte has tenido! Tu hijo se accidentó y no podrá ayudarte, tu eres ya viejo y sin su ayuda tendrás muchos problemas para realizar todos los trabajos.

El hombre, otra vez lo miró y dijo:

-¿Buena suerte o mala suerte Sólo Dios lo sabe.

Pasó el tiempo y en ese país estalló la guerra con el país vecino de manera que el ejército iba por los campos reclutando a los jóvenes para llevarlos al campo de batalla. Al hijo del vecino se lo llevaron por estar sano y al de nuestro hombre se le declaró no apto por estar imposibilitado. Nuevamente el vecino corrió diciendo:

-Se llevaron a mi hijo por estar sano y al tuyo lo rechazaron por su pierna rota. ¡Qué buena suerte has tenido!

Otra vez el hombre lo miró diciendo:

-¿Buena suerte o mala suerte Sólo Dios lo sabe.




18 de febrero de 2012

Caballo desbocado



A veces se tiene la sensación de vivir galopando encima de un caballo desbocado. Por mucho que se tire de la riendas el caballo no responde, al contrario, sigue acelerando y pasando del trote al galope . Hace unos 10 años, monté a caballo por primera vez. Recuerdo la sensación idílica de pasear a caballo a orillas del mar con un grupo de amigos. Era una tarde soleada de principios de otoño, la arena estaba desierta, el sonido rítmico del mar acompasaba el trote de los caballos. Las huellas de las herrraduras formaban una profunda fila india que permanecía casi intacta, a pesar de los intentos persistentes de las olas de destruirla. En momentos así, uno tiene tiempo de deleitarse, de fundirse con el paisaje, de mirar al horizonte y sentirse en paz con uno mismo por el mero hecho de poder respirar tranquilo.

La vuelta a la hípica transcurría por el margen de una carretera comarcal. Los caballos estaban acostumbrados a seguirse unos a otros. No había demasiados coches y tal vez por ese motivo él que apareció de repente llevaba una velocidad excesiva. Mi caballo se asustó, se desbocó y empezó a galopar  hacía su enemigo imaginario. Mi respiración se aceleró, mi corazón se acompasó a la velocidad del caballo, sentí miedo, pánico. Tiraba de la riendas con fuerza lo cual aceleraba aun más al caballo. Lo único que podía hacer era acostumbrarme al galope, hacerme una con él , cogerme fuerte a su cuello para no caer y desear que el coche tuviera tiempo de esquivarnos. El caballo se fue tranquilizando gracias a las indicaciones del señor de la hípica que seguí al pie de la letra y nada grave ocurrió.

A veces a uno le toca lidiar con esa caballo desbocado llamado vida. Montados encima de él perdemos el control de la situación, no conseguimos tirar de la riendas, la velocidad es demasiado rápida, no hay tiempo de procesar los acontecimientos. Vivimos en una constante montaña rusa de sentimientos, donde se encadena la euforia con lo terrible en el tiempo record de un día. No hay nadie que nos explique cómo tirar de las riendas, cómo frenar los acontecimientos que se están desencadenando, cómo actuar en ese momento crucial que vemos venir como una gran ola que nos mojará hasta dejarnos empapados.  Tal vez lo bueno y recomendable sea “verlas venir”, ser capaz de ver como se desboca el caballo, como se acerca una ola inmensa y mantener el temple frío, tener la respuesta preparada, saber que decir , que hacer en esa situación ,a priori crucial, que se avecina. Imaginarla previamente, visualizarla, engañar al cerebro y hacerle creer que eso ya lo ha vivido con anterioridad para así poder salirnos airosos de casi todo.

Me gustaría ser capaz de poder tirar firmemente de las riendas de mi vida antes de que se desbocara y así conseguir evitar esa sensación de desear “no pensar” cuando uno sabe que “dejar de pensar” no es la solución a nada aunque a veces marcarse sanos intermedios marca la solución esperada.



17 de febrero de 2012

Perlas de sabiduría. Impostores


“Si puedes afrontar el triunfo y el desastre, y tratar exactamente igual a esos dos impostores…tuya será la tierra y todo lo que hay en ella.”

                                                                         Rudyard Kipling





14 de febrero de 2012

El muro



Abre la ventana y se encuentra con un muro de piedra. Vistas a ninguna parte. Alguien ha construido ese muro delante de su ventana, ayer no estaba ahí. Debe derribarlo. Le faltan los medios aunque le sobran las ganas. Cansada de intentar eliminarlo sin conseguirlo, acaba por no abrir la ventana cada mañana al despertar. Es una sensación claustrofóbica. Las paredes parecen muros que no le dejan ver más allá. Vive encerrada en un cubo del tamaño de un ascensor. Le empieza a faltar el aire. Cambia de estrategia. Deja de dar golpes para eliminar lo imposible. Empieza a abrir brechas en un lateral con la punta de un lápiz de color rojo pasión. Entra un poco de sol, entra un poco de aire, comprueba que la vida sigue al otro lado. Empieza a creer que es posible. Depende de ella. Cada mañana hace un poco más grande la brecha del lateral derecho. Algún día se caerá ese muro y ella estará ahí para verlo.

Perlas de sabiduría. As de corazones


“La suerte no es más que la habilidad de aprovechar las ocasiones favorables”

                                                           Orison Sweet Mardem



10 de febrero de 2012

Perlas de Sabiduría. Celebrar los éxitos




"Podemos permitirnos un breve periodo de alegría"

                                                     Winston Churchill
           El día que terminó la Segunda Guerra Mundial 



8 de febrero de 2012

Perlas de sabiduría. La ocasión







" La ocasión hay que crearla, no esperar a que llegue."
                    
                                                     Francis Bacon



Shibuya



Los viajes me apasionan a todos los niveles. Me gusta desplazarme hasta un lugar desconocido y notar como todo mi ser se impregna de olores, sabores, paisajes, sensaciones nuevas. Notar como las neuronas van a una velocidad acelerada y  mi entusiasmo impregna el aire. Dicen que leyendo se consigue algo parecido, que uno puede viajar con la mente a cualquier país, a cualquier época de la historia, a cualquier mundo imaginario. Es cierto, uno puede ir con la mente a miles de lugares, vivir cientos de vidas pero nunca será nada comparable como sentirlo en la propia piel. La imaginación acerca, pero no sumerge.
Uno de mis retos para este año a nivel lectura, es incluir libros ambientados en cada uno de los continentes y que el autor sea autóctono. Los libros se acercan a mí sin yo pedirlo y me doy cuenta que encajan en ese reto. Actualmente leo Tokio Blues de Murakami. Viajo al Japón de los años 70 con sus palabras, veo los paisajes y las personas que se deslizan por ese ambiente intimista que solo él sabe recrear. Paralelamente aparece Tokio por mi vida sin previo aviso; un artículo en la prensa, un reportaje en la TV, alguien que ha viajado recientemente a ese país.
Del Tokio actual me sorprenden muchas cosas pero tal vez la que más capta mi atención es el famoso cruce de calles al lado de la estación de Shibuya. Los semáforos del lugar detienen la circulación de todas las calles que llegan allí a la vez, provocando una marea humana que parece ir en todas direcciones, aún manteniendo el orden dentro del caos. El individuo pasa desapercibido, es uno más, engullido por el alud humano.