Ángeles
Se escapaba
de la cocina donde su madre insistía en que debía ayudarla a pelar cebollas. A
ella no le gustaba llorar sin motivo. Cuando nadie la veía se escabullía por la
puerta trasera y corría hacia la catedral rápida como una gacela. Tenía 8
años, sus ojos oscuros daban brillo a su cara de ángel
de un modo especial.
Florencia florecía, sus
calles estaban invadidas por gente dispar que le impedía el paso
pero ella flanqueaba todos los obstáculos mientras corría para llegar lo antes
posible a su refugio. No le gustaba llevar esa larga falda, tan pesada. No entendía por qué no podía
ponerse pantalones como su hermano.
Isabella
era una niña curiosa, vivaz, espabilada, escurridiza. Solo permanecía
quieta cuando entraba en el Duomo. Allí estaba Angelo pintando los
frescos de la cúpula. Siempre llegaba acalorada por la
carrera, con la respiración entrecortada, agitada y con el pelo revuelto pero,
justo antes de abrir la enorme puerta de madera, se calmaba, se peinaba con las
manos, se arreglaba la falda y, solo entonces, ya más serena,
entraba en el templo y notaba la paz que allí reinaba. El aire era
fresco, olía a cera quemada…Todo ese ambiente le provocaba fascinación.
- Hola
princesa- le dijo Angelo. Ella respondió con una gran sonrisa.
A Isabella le
gustaba el fresco que ahora estaba pintando Angelo. Cada vez le gustaba más. ¡Por
fin los ángeles tenían rostro! No entendía por qué Angelo pintaba
todos los detalles del cuerpo antes que dibujar el rostro.
-¿Y la
sonrisa? – dijo Isabella- ¿Dónde está la sonrisa de los ángeles?
-¿Y
tú cómo sabes que los ángeles sonríen?
- Porque los
veo allí. ¿Acaso tú no los ves? Ahora están sentados al lado de la ventana
mirando cómo pintas. Ponles una sonrisa. No querrás que estén
tristes ¿Verdad? . Comentó
Isabella mientras se sentaba debajo de la gran cúpula a mirar cómo Angelo
añadía unas cuantas pinceladas.
-¿Así
princesa?
Angelo se
estaba acostumbrado a variar sus cuadros a partir de las sugerencias de aquella alegre
chiquilla. No sabía por qué pero ella le decía cómo tenían que
ser sus pinturas para que fueran simplemente perfectas.
- Siiii
- dijo entusiasmada Isabella mirando la cúpula del Duomo.
7 comentarios:
Los niños tienen ojos y curiosidad inmensos así pueden ver lo que a los adultos se nos escapa. Hermoso relato
Sí, Layna, es un bonito relato. Y un bonito personaje éste de Isabella.
:) Muy sutil tu visión de un mundo dominado por los hombres, si :)))
Cuantas más...
Conozco Santa María dil Fiore así que pude ver perfectamente a los ángeles sonriendo :))) Y si no hubiera sido así con tus palabras también lo hubiera logrado ;)))
Un abrazo
A-B-C y Clementine. Ayyy que haría yo sin mis amigas del blog que me animan tanto y tanto!!! Pues este es mi prime relato y me daba un "ay" colgarlo en el blog pero viendo que os ha gustado me alegra haberlo hecho! Mirar la vida como un niño o como un turista es algo que intento hacer cada día...Ayuda a ver la vida con ilusión.
Haidée. Pues no era mi intención dar esa visión de un mundo dominado por los hombres pero ahora que lo dices puede tener ese punto de vista... la de interpretaciones que puede tener un escrito :-) Gracias y más gracias por el cumplido de poder ver lo ángeles a través de mis palabras aunque los reales siempre son los mejores. A mi me gustaron mucho cuando los vi en su día. Un abrazo
Pues ale, a colgar más porque este está muy bien, me gusta que la niña vea cosas que el resto de la gente no puede o no sabe ver :-)
¡¡A por otro!!
Se intentará JLin, se intentará! Yo creo que la niña ve cosas que los demás (adultos) les cuesta ver pero que si se esfuerzan un poco pueden volver a ver.
Ah, pues en eso estoy yo. Que no hay nada como tener ilusión... e imaginación, que también ayuda.
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