Haciendo un símil. Supongamos que tú fueras un futuro padre, ¿qué prefieres? ¿El ohhhhh que saldría de tu boca cuando llegarás al hospital después de un largo viaje de 9 meses a Australia justo el día que naciera tu hijo y la comadrona te mostrara el bebé todo limpio, con olor a colonia, vestido en tonos pastel y envuelto en un arrumaco super dulce o acompañar a la madre en el proceso; ir al ginecólogo a ver las ecografías, ver crecer su barriga, notar que se mueve, estar en las horas antes del nacimiento y a ser posible entrar en el parto y ver al bebé tal cual llega al mundo con olor a vida?
Pues esa es la gran diferencia entre un ohhhhh lleno de sorpresa y todo lo que hay antes de un ohhhhh. Esa es la diferencia entre ohhhhh que proyecto tan bonito, que producto tan acertado y todo lo que hay antes de ese ohhhhh efusivo; las horas compartidas, ver un prototipo, redactar, rectificar, adaptarse al mercado, compartir una idea y verla crecer hasta el día que esa idea se convierta en algo tangible hasta conseguir llegar a nacer.