No acostumbro a cambiar de peluquería, para ser exactos hace años que voy a la misma. Me peinan divinamente sin tener que recordarles cada vez que voy que es lo que quiero. Me pongo en sus manos y paso ahí sentada 2 horas de cuerpo presente y mente ausente. Me dedico a leer algún libro que tengo entre manos esos días o a pensar algún post y hacer anotaciones. En fin que es un tiempo para mi misma con mínimas interrupciones.
Justo al lado de mi peluquería acaban de inaugurar una nueva. Es una franquicia con nombre inglés, de esas que ganas en dinero lo que pierdes en tiempo, de esas que no dan horas previas sino que llegas, coges un numerito de papel, te sientas y esperas a que te toque el turno durante horas si es preciso a cambio de un precio muy por debajo del usual.
Me percaté de la nueva peluquería de camino a la mía. La miré con curiosidad pero ni por un momento me planteé entrar por muy ingles que fuera el nombre y económico el precio. Soy de las que piensan que mi tiempo es oro y estoy dispuesta a pagar un poco más a cambio de que me atiendan diligentemente.
Cuando entré en mi acostumbrada, cálida y conocida peluquería noté algo distinto en el ambiente. Me costó descubrir que era pero finalmente constaté que era el olor a café que había en el aire. Un aroma que aplacaba el típico olor a tinte mezclado con el olor a laca, champú o suavizante. Su olor era el de una cafetería que sirve café recién hecho. Me atendió una chica nueva en prácticas que sustituía a mi peluquera habitual que se ve que estaba disfrutando de sus vacaciones de invierno.
Una vez protegida por una bata negra satinada me dispuse a sentarme para gozar de mi esperado tiempo para mí mientras transformaban mi aspecto. Nada más sentarme me pregunta la chica nueva “¿Quiere un café, un cortado, un capuchino, un té?” a lo que respondí con un escueto “No gracias” pero al momento apareció delante de mí un café nespresso en un vasito pequeño de plástico blanco. Lo dejé en la repisa. A partir de cierta hora del día no tomo café pero ella eso no lo sabía. Al momento me empezó a invadir con revistas y más revistas como si fuera un kiosco ambulante: Hola, Marie Claire, Lecturas, Elle, Vogue, Mía, Mente Sana… y un sinfín de títulos más “¿Quiere una revista? Son todas nuevas de esta semana” a lo que me contesté otro “No gracias” pero hizo oídos sordos a mi cortés repuesta y me dejó sobreélas rodillas 3 de esas revistas encima del libro que tenía previsto abrir para leer en ese momento y añadió “mejor lea una revista que es más entretenido” y empezó a hacer maravillas con mi pelo mientras no dejaba de hablar y hablar de nada en concreto y de todo en general. Me abrumó, me estresó, me cansó hasta el punto que deseé que se callara por culpa de un dolor de garganta o algún mal menor que la obligara a cerrar su boca y así neutralizar el sonido de su voz que me impedía oír mis propios pensamientos. Mis 2 anheladas horas de tranquilidad, paz y sosiego se transformaron en 2 horas de agobio y mal estar.
En el momento de pagar el importe era de 1 € más de lo que normalmente acostumbro a abonar y yo ni corta ni perezosa pregunto “¿Y este euro de más?” a lo que me respondió “¿en qué cafetería le sirven un café, le dejan leer una revista nueva, le dan conversación por solo 1 euro? ¿A qué es genial todo lo que se lleva puesto y disfrutado solo por 1 euro de más? ¿Que día le vuelvo a reservar hora?” a lo que respondí “el día que vuelva de vacaciones María me parecerá genial”
Igual era una estrategia de marketing para afianzar las clientas asiduas y que no tuvieran la tentación de irse a probar fortuna a la recién inaugurada competencia, tal vez todo era una iniciativa de la chica nueva en practicas pero a mi no me gustó dejar de tener mis 2 preciadas y esperadas horas libres. Además me cobraron 1 € de más por recibir algo que ni pedí ni agradecí. Sin lugar a dudas me espero a que vuelva María, mi peluquera de siempre, para ver si recibo el servicio de siempre al precio de siempre ¿sino que sentido tiene seguir yendo a la peluquería de siempre si dejan de tratarme como siempre? Ningún sentido, ninguno.