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22 de marzo de 2011

Vidas enlazadas II




 Una Flor lila

Se terminaba por fin su jornada laboral. Estaba cansada, agotada, exhausta. Durante todo el día no habían dejado de llegar heridos. El pabellón estaba repleto de soldados maltrechos, todas la camas ocupadas, faltaban manos para cubrir todo el trabajo extra.  Anette se disponía a dejar atrás su doble turno en el hospital. El día había sido demasiado largo  y ya no resistía más ese ambiente donde el olor a sangre se mezclaba con el de la muerte y donde los gritos de dolor eran el único alivio al que podían recurrir aquellos jóvenes soldados. No soportaba verlos sufrir y no poder ofrecerles nada más que un apretón de manos para aliviarles. Aunque lo que realmente no podía soportar era imaginar que en algún otro hospital medio destruido como aquel,  Pierre podía estar agonizando de dolor igual que todos los soldados que ella intentaba curar en vano.
Miraba la puerta blanca al fondo del interminable pasillo por el que andaba como si fuera su salvación. Un pasillo lleno de camas improvisadas en cada rincón. Solo deseaba llegar allí, al final del pasillo, pasar esa puerta y salir momentáneamente del dolor ajeno para poder sumergirse en el dolor de su ausencia.  Cogió la chaqueta de punto  y se lo puso encima del uniforme que ya no era blanco como a primera hora de la mañana. Buscó a tientas un pañuelo en su bolsillo pero en lugar de notar la tela fría del algodón palpó algo cálido, suave, delicado… lo sacó con cuidado y allí estaba la flor más hermosa que nunca había visto en su vida. Una flor silvestre de las que crecen en los campos como los que había junto a la entrada del hospital.  Una flor lila parecida a una margarita pequeña y delicada. Los ojos se le llenaron de lágrimas que se deslizaron lentamente, en silencio, por su rostro agotado. Pierre seguía respirando, estaba cerca, nadie más que él sabía el significado que tenía para ella esa preciosa flor. A su memoria acudieron imagines de una tarde de risas compartidas, corriendo como niños en un campo verde lleno de flores silvestres iguales a la que ahora tenía entre las manos. Él la atrapó derribándola entre sonrisas mientras le colocaba una de aquellas florecillas  lila entre su largo y oscuro cabello.
Sonrió. Por fin una señal de que él seguía respirando, de que seguía formando parte de este mundo. Solo necesitaba eso, nada más que eso. Comprobar que vivía, que seguía viendo el sol cada amanecer y la luna cada anochecer. Con  eso tenía suficiente. Por fin su ángel de la guarda le había hecho un guiño para que volviera a creer que todo era posible. Cogió  la flor entre sus manos, aspiró el delicado perfume y la guardó de nuevo en su bolsillo imaginando como había llegado hasta allí.


16 comentarios:

Maeglin dijo...

Una moderna y más romantica fabula de Pandora, al final cuando todo lo demás huye aun resta la esperanza.

Layna dijo...

Maeglin. Me alegra que te haya gustado ¿La esperanza? Es lo único que nunca se pierde, nunca. Un abrazo

Clementine dijo...

Qué bonita historia, Layna, y qué romántica y bien contada.
Y aunque el color de la esperanza es el verde, que además es mi color, me encanta el que has elegido tú para esa especie de margarita pequeña.

Un beso... y una flor.

Layna dijo...

Clementine. Gracias, muchas gracias por lo de bien contada ¡Me alegras la mañana! ¿Romántica? lo soy un rato largo. El amor, sea del tipo que sea, mueve el mundo. Un beso

A-B-C dijo...

Hospitales en tiempo de guerra, lugares trágicos para quienes trabajan allí pero remanso de paz para los pacientes.
Curioso el simbolismo que pueden llegar a tener flores, colores...
Comparto con Clementine el calificativo de romántico para tu historia e, imagino, para ti.
Besos,

El Tirador Solitario dijo...

¡¡Qué bonito!! Me ha encantado,Layna me ha encantado...y casi te envidio, porque yo escribo a mi manera, pero desde luego así no...
Felicidades por escribir algo tan bello.

Layna dijo...

A-B-C. En tiempos de guerra es cierto que un hospital debe ser como un oasis de calma, como un kit kat a los bombardeos. La vida a veces te obliga a dejar de ser romántica pero en un relato, en un relato una puede ser lo que quiera ser. Un beso

Tirador Solitario. ¡Gracias! tus palabras me halagan. ¡Seguro que tú también escribes cosas bonitas! Salu2

Matías dijo...

Que buen relato Layna, una historia muy bien contada, sencilla, profunda y romántica. Y esos elementos que rara vez se conjugan solo lo hacen bajo el influjo de una sensibilidad y una inspiración muy especial.

Layna dijo...

Mr.Dupin. Me abrumas con esos adjetivos y calificativos pero te los agradezco. Me animan a seguir intentando escribir otro relato. Salu2

miquel zueras dijo...

Muy buena historia, Layna, no sabía que escribías relatos. Espero seguir viéndolos por aquí. Borgo.

Layna dijo...

Miquel zueras. No te creas que escribo tantos, estoy empezando ahora con los relatos pero convertirlos en un post me anima y me divierte. Tu vuelve que algún otro caerá. Salu2

Pepe Cahiers dijo...

Pues menudo arranque ha tenido usted, hace que nuestros escritos palidezcan ante tanta brillantez. Mis mas sinceras felicitaciones.

natsnoC dijo...

Me uno a los elogios, así que también escribes... Precioso, incluso aunque no salgan elfos ni se lance conjuro alguno :)

Layna dijo...

Pepe. ¡No será para tanto!! Pero gracias, eres muy amable. Un abrazo

natsnoC. ¡Lo de los elfos y demás conjuros está fuera de mi alcance imaginativo! soy demasiado terrenal pero todo se andará. Gracias por lo elogios, me alimentan. Un abrazo

Clementine dijo...

Layna, no dejes nada fuera de tu alcance imaginativo, y menos a los elfos. Que si lo haces ya no te vas a parecer tanto a mí... Yo te aviso.

Layna dijo...

Pues te hago caso Clementine, te hago caso. ¡Imaginación al poder!