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6 de diciembre de 2011

Ching Lu. Vidas enlazadas III





Ching Lu

Ching Lu era una mujer menuda. Sus cabellos se habían vuelto blancos con los años y no era de las que usaban tintes para disfrazarlos. En el pueblo casi ninguna lo hacía y por las veces que se acercaba a la ciudad no valía la pena rejuvenecer su aspecto. Salir a recolectar arroz en los campos anegados de agua más que un suplicio,  era una evasión para ella. Solo allí conseguía centrar su atención en algo, notar el aire en la cara, el frío del agua en las manos, el sol en su espalda. De tanto en tanto se permitía levantar la vista al cielo  y enviar una sonrisa a través del aire. Su esposo seguía siendo amable con ella. Con los años, los dos habían optado por sustituir palabras por gestos, miradas por comentarios. El silencio era su mejor aliado.

La vida había cruzado sus caminos cuando eran jóvenes. Ella una tímida jovencita y él un apuesto joven. Unieron sus vidas y desearon tener hijos. Cuando ella  notó que estaba en cinta se sintió la mujer más feliz de la tierra. Huan Yue le recordó la reciente ley que les prohibía tener más de un hijo y la necesidad de que fuera varón. Ching Lu no le hizo demasiado caso. Confiaba que una vez hubiera nacido el ser que llevaba dentro, no importaría demasiado su sexo. Tubo un embarazo dulce, su vientre se fue abultando lentamente. El final se acercaba y lejos de estar asustada se sentía impaciente por poder ver finalmente el rostro de ese nuevo ser. Se deslizó fuera de ella sin sufrimiento, oyó su llanto, notó su presencia pero solo consiguió ver su cara un instante. Huan Yue se la llevó. La envolvió en una manta y la puso delante del orfanato. Fue un acto maquinal. No lo pensó demasiado. Solo actuó como había decidido que actuaría si nacía niña.  Los años pasaron y los hijos no llegaron. Las entrañas de Ching Lu parecía que se habían secado y nunca más notó mover una nueva vida dentro de su ser. Ching Lu lejos de olvidar a su hija, la sigue teniendo presente en su mente día tras día. Imagina su cara, sus rasgos, sus sonrisas. La ha visto crecer en su mente año tras año.

Llamaron  a la puerta. Dejó el cuenco del arroz encima de la mesa. Abrió sin prisa. Apareció delante de ella una mujer oriental vestida con ropa occidental. Le sorprendió su largo pelo negro trenzado, sus ojos achinados no destacaban en su rostro pálido pero la luz que emitían iluminaba toda su cara. No necesitó preguntar quién era, lo supo con solo mirarla. Era ella. Había imaginado ese momento miles de veces durante los últimos 30 años. Las noches en vela llorando su ausencia no habían sido en balde. Sonrió mientras unas lágrimas recorrían en silencio sus mejillas. Por primera vez en esta vida, pudo deslizar sus dedos sobre aquél rostro angelical con la misma dulzura que hubiera hecho cuando era una niña recién nacida.



5 comentarios:

El Tirador Solitario dijo...

¡¡Me encanta!! Que relato tan lleno de sensibilidad, tan bien expresado, y como ese fatum tan sutil, envuelve toda la historia.
Mira, te confieso que es casi de los favoritos de lo que te he leído (y te he leído cosas estupendas).

Me permito recomendarte una película japonesa, que no tiene mucho que ver, pero seguro que te gusta "Cuentos de la luna pálida de Agosto", pero ahora que lo escribo pienso...que lo mismo ya te le he recomendado en alguna otra ocasión!!

Un abrazo, amiga!!

Unknown dijo...

Es tan bonito que me ha puesto la piel de gallina y como soy sensible he acabado de leerte con ojos vidriosos....¡¡precioso, precioso!!!

Feliz día!!!
Un beso

María Beatriz dijo...

Qué hermoso relato Layna! Me hizo emocionar.
Te felicito!

Besos
Maribe

Pepe Cahiers dijo...

Lo entiendo a la perfección, ya que tengo una sobrina adoptada que es china, y aunque me imagino que sus primeros días de vida fueron amargos, ahora es una feliz niña, muy lista e inteligente, aparte de una prudencia silenciosa más que reconfortante.

Layna dijo...

Tirador. Gracias por tus bonitas palabras!!! así da gusto atreverme a escribir relatos. Tomo nota de esa película japonesa con título tan sugerente. Un abrazo amigo

Sory. Gracias bonita!! Sera que eres mamá y te pones en el personaje...Un beso

María Beatríz. Gracias por tus palabras. Un beso

Pepe. Cierto es que la otra cara de la moneda son estas maravillosas niñas chinas que hay en España cerca de nosotros. Aquí (yo también constato por las hijas de unos amigos)son felices y tienen una vida llena de amor.