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31 de enero de 2011

Tiempo para pensar. Patalear


Había una vez dos ranas que cayeron en un recipiente de crema.
Inmediatamente sintieron que se hundían; era imposible nadar o flotar mucho tiempo en esa masa espesa como arenas movedizas. Al principio, las dos patalearon en la crema para llegar al borde del recipiente pero era inútil, sólo conseguían chapotear en el mismo lugar y hundirse. Sintieron que cada vez era más difícil salir a la superficie a respirar.
Una de ellas dijo en voz alta:
- No puedo más. Es imposible salir de aquí, esta materia no es para nadar. Ya que voy a morir, no veo para qué prolongar este dolor. No entiendo qué sentido tiene morir agotada por un esfuerzo estéril.
Y dicho esto, dejó de patalear y se hundió con rapídez siendo literalmente tragada por el espeso líquido blanco.

La otra rana, más persistente o quizás más tozuda, se dijo:
- No hay caso! Nada se puede hacer para avanzar en esta cosa. Sin embargo ya que la muerte me llega, prefiero luchar hasta mi último aliento. No quisiera morir un segundo antes de que llegue mi hora.
Y siguió pataleando y chapoteando siempre en el mismo lugar, sin avanzar un centímetro. Horas y horas!
De pronto ... de tanto patalear y agitar, agitar y patalear...la crema, se transformó en mantequilla.
La rana sorprendida dio un salto y patinando llegó hasta el borde del pote.
Desde allí, sólo le quedaba ir croando alegremente de regreso a casa.

27 de enero de 2011

Ya no puedo conformarme en observar sólo la superficie


Esta mañana ha caído un libro en mis manos Ladrón de cerebros  y he leído casi por inercia la introducción, esas primeras líneas que el autor nos regala en un libro. Es algo que acostumbro a hacer como otras muchas cosas en mi vida, por inercia, por costumbre, por hábito…No esperaba sorprenderme al leerlo y tal vez por eso me ha sorprendido tanto. Transcribo aquí un extracto y remarco las frases que más me han cautivado.

Recuerdo estar sentado frente al océano en un lugar recóndito de la península de Zapata, cerca de Playa Girón. Antonio nos había conducido hasta allí con la promesa de mostrarnos una de las zonas costeras con más encanto de Cuba.
No había exagerado. El entorno natural era precioso, se respiraba una paz absoluta, y el mar se mostraba solemne. «Inmejorable», pensé para mis adentros. Entonces Antonio se acercó ofreciéndome unas gafas de bucear. «Muchas gracias, Antonio, pero ahora no me apetece demasiado. No soy muy diestro en el agua y me da un poco de pereza. Además, el paisaje en sí ya es idílico.» Antonio insistió hasta convencerme. A los pocos minutos me puse las gafas y empecé a caminar hacia la orilla sin grandes expectativas, con el único objetivo de distraerme un poco. No tenía ni idea de qué me esperaba. Nada más sumergir la cabeza en el mar mis ojos se abrieron como platos. La roca sobre la que había estado descansando estaba rebosante de corales preciosos, varios peces de colores nadaban a mí alrededor, y al girarme  divisé una tortuga alejándose pausadamente a escasos 25 metros. No recuerdo el tiempo que pasé absorto observando ese espectáculo inesperado, pero sí tengo muy presente mi reacción en cuanto salí de él: ¿cómo podía tener esa maravilla tan cerca y no ser consciente de ello? ¿Cómo podía haber estado a punto de perdérmela? No sé cuántas veces agradecí a Antonio su insistencia al ofrecerme las gafas y permitirme descubrir lo que para mí era un mundo desconocido. Cuando dirigí de nuevo la mirada al océano continuaba siendo precioso, pero ya no podía conformarme en observar sólo su superficie.

Y eso es justamente lo que pienso yo de la vida, que a veces pensamos que lo que tenemos es Inmejorable, que en si mismo ya es idílico  y de repente olvidamos que hay muchas cosas delante, detrás, debajo o arriba de esa vida,  muchas cosas esperando ser descubiertas y que sólo es necesario un poco de curiosidad para encontrarlas, para vivirlas y sentirnos aún más plenos dentro de este mundo. Cuando las descubrimos simplemente ya no hay vuelta atrás, ya no hay retorno, ya no podemos conformarnos con mirar sólo el océano aunque sigue siendo precioso, ya no podemos conformarnos en observar sólo su superficie. Cuando se siente esa inmensidad no saber bucear no es un excusa sino una motivación añadida para seguir buscando, indagando, descubriendo y encontrando maravillosos mundos nuevos que nos brinden nuevas experiencias, nuevas sensaciones sin las que ya no es posible vivir. De repente se cambia de nivel, se observa la vida desde otra perspectiva y uno ya no puede volver al eslabón anterior.
En mi caso tengo claro que ya no puedo conformarse en observar sólo la superficie.



26 de enero de 2011

Perlas de sabiduría (11). Vivir


"Hemos olvidado que nuestra única meta es vivir y que vivir lo hacemos cada día
y que en todas las horas de la jornada alcanzamos nuestra verdadera meta si vivimos. Los días son frutos y nuestro papel es comerlos"

                                                         Jean Giono

24 de enero de 2011

Perlas de sabiduría (10). Enfadarse

 
 
"Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo."
 
                                                                                                      Aristóteles

22 de enero de 2011

Stromboli. Erupción



Hay veces que la tierra tiembla, que la siento rugir, como protestar por algo o alguna cosa. Esa es la sensación que tuve cuando vi el volcán en activo Stromboli (Italia)de cerca.
Stromboli es una isla volcánica que está en permanente vigilancia pues su última erupción se produjo en 1930. Así pues mientras subía hacia la cima pude ver las explosiones de fuego y lava que se repiten rítmicamente cada 20 minutos. Previamente se oye  un potente rugido que hacer temblar la tierra  con   fogonazos que surgen de sus entrañas. El olor a azufre que acompaña la ascensión a la cima es perpetuo, queda en el ambiente y se potencia cada vez que hay una emisión volcánica. A medida que iba ascendiendo  más cerca me sentía del centro de la tierra.

Sentí la fuerza, el brío, en no control de la naturaleza, el miedo a que me engullera esa agujero negro que en cualquier momento podía volver a dejar caer su magma y calcificarlo todo. Descendí lentamente, pausadamente consciente de que pocas veces notaría la fuerza de la tierra tan cerca como en ese instante. El agua del mar me esperaba al final del esfuerzo para calmar el calor imperante. El agua era oscura, tan oscura que no podía ver ni mis propios pies en medio de ese  color cobalto potenciado por la negrura de la arena de la playa. Levantar la vista y ver el volcán con fumarolas y no tocar con los pies en el suelo envuelta por ese azul tan intenso me dio  una sensación de desasosiego, de no control, de miedo a lo desconocido.

A veces en la vida, aparecen volcanes que irrumpen, que invaden de lava la vida y empieza a reinar el desasosiego, el no control de la situación porque el momento lo engulle todo. Y en esos instantes, momentos o etapas lo único que se puede hacer es mirar de frente la situación, palpar el desasosiego, el no control, observarlo y comprenderlo. En el mismo momento que uno es capaz de subir hasta la cima y ver la lava que sale del volcán empieza a comprender el porque de todo y en ese instante de comprensión, simplemente ya está preparado para iniciar  el descenso con tranquilidad.

21 de enero de 2011

Perlas de sabiduría (9)


"A veces tu alegría es la causa de tu sonrisa, pero también hay veces en que
 tu sonrisa puede ser causa de tu alegría"
 
                                                            Thich Nhat Hanh

19 de enero de 2011

Venecia. Suspiros



Este fin de semana he visto una película en el cine ambientada mayoritariamente en Venecia ( The Tourist). Al ver esas imágenes  he recordado la vez que vi Venecia con mis propios ojos. Tenía 22 años cuando nos fuimos una amiga y yo a recorrer Italia  con la mochilla a cuestas, de albergues y con Interrail, uno de esos largos y plácidos  veranos que me regalaba la vida de estudiante.
Llegamos a Venecia y simplemente me pareció decadente, triste, como si estuviera a punto de hundirse. Tal vez porque era verano, tal vez porque la marea estaba baja y las paredes se veían negras de lodo, tal vez el olor nauseabundo del agua estancada de los canales pero no me pareció para nada un lugar romántico y mucho menos digno de repetir destino en un futuro próximo o lejano. Pero este fin de semana, en la gran pantalla  se veía un lugar precioso, limpio, inmaculado, propio de una escapada de fin de semana si se tercia y yo pensé: “o bien ha mejorado mucho con los años o bien el cine se encarga de hacer Photosop al uso hasta en los paisajes…”
Y apareció en mi mente una reflexión sobre los recuerdos que tenemos dentro de nuestra mente, sobre como somos capaces de idealizar o ridiculizar  un recuerdo y me  picó la curiosidad, ¿será Venecia ahora mismo como la recuerda mi mente o es realmente como la veo en esta película? ¿Igual mis recuerdos están distorsionados con el tiempo y en ese momento  “grabé” en mi mente unas sensaciones que he magnificado sin llegar a ser realmente verídicas?
Recordé una entrevista de La Contra (15/01/2011)  de La Vanguardia donde Pere Escupinyà decía que el cerebro es la estructura más compleja del universo porque hay cien mil millones de neuronas interconectadas, que el cerebro detesta la incertidumbre y que si los sentidos no le dan suficiente información, se la inventa, mezcla memorias reales con recuerdos imaginados para que las historias rememoradas sean pausibles. La duda tampoco le gusta a nuestro cerebro y se aferra a la realidad subjetiva que más le convenga.

Dejando las reflexiones al margen y siguiendo mi afición de quedarme con algo de cada lugar que visito o que alguien me explica que visita, de Venecia me quedo con el Puente de los Suspiros el cual debe su nombre a los suspiros de los prisioneros cuando cruzaban ese puente al saber  que estaban perdiendo su libertad y veían por última vez el cielo y el mar.  Ver ese trozo de cielo minúsculo me hizo imaginar la tristeza de esos prisioneros.
Ver el cielo en su totalidad es una bendición que pocas veces agradezco lo suficiente.



17 de enero de 2011

Perlas de sabiduría (8)




"Si has construido un castillo en el aire, no has perdido el tiempo, es allí donde debería estar. Ahora debes contruir los cimientos debajo de él"

                                                                  George Bernard Shaw

14 de enero de 2011

Perlas de sabiduría (7)


"Para que surja lo posible es preciso intentar una y otra vez lo imposible"


                                                                                   Herman Hesse

12 de enero de 2011

Hay que soñar para seguir bien despierto


Hay un mes para cada cosa y una cosa para cada mes. El mes de diciembre  evoca Navidad, agosto vacaciones, junio San Juan, septiembre  vuelta al cole y enero es el mes de los sueños al menos para mí.
En enero me doy el gustazo de mirar el año que acaba de terminar, de repasar los sueños, deseos, objetivos, metas logradas o no durante el año que ya forma parte del pasado y edifico, armo, planifico, elaboro una hoja de ruta para los nuevos sueños y los nuevos retos del año que se deslumbra delante mío porque no concibo la vida sin sueños.

Los sueños son el motor, el motivo, el carburante de todo esto que llamamos Vida. Pueden ser sueños pequeños o grandes, pueden parecer imposibles a simple vista  para pasar a ser posibles con el tiempo, pueden ser individuales o compartidos, pueden ser lo que nuestra imaginación decida que pueden ser. Los sueños nos dicen adónde ir porque sino sabemos donde vamos nunca podemos llegar a ninguna parte.

Incluso en las épocas de mayor abatimiento, cuando el suelo se nos ha vuelto barro y el aire arena, hay que formularse un deseo posible, atarse a un ideal y concentrarse en conseguirlo, porque solo ahí es donde encontramos la energía que nos permite sentir en nuestro interior la fuerza de la vida. Siempre hay que soñar… incluso para seguir bien despierto.


10 de enero de 2011

Tiempo para pensar. Mariposa


Un hombre encontró el capullo de una mariposa y se lo llevó a casa para poder verla cuando saliera de él. Un día, vio que había un pequeño orificio, y entonces se sentó a observar por varias horas, viendo que la mariposa luchaba por poder salir de capullo.

El hombre observó que forcejeaba duramente para poder pasar su cuerpo a través del pequeño orificio en el capullo, hasta que llegó un momento en el que pareció haber cesado la lucha, pues aparentemente no progresaba en su intento. Semejaba que se había atascado. Entonces el hombre, en su bondad, decidió ayudar a la mariposa y con una pequeña tijera cortó al lado del orificio del capullo para hacerlo más grande y de esta manera por fin la mariposa pudo salir.

Sin embargo, al salir, tenía el cuerpo muy hinchado y unas alas pequeñas y dobladas.

El hombre continuó observando, pues esperaba que en cualquier instante las alas se desdoblarían y crecerían lo suficiente para soportar al cuerpo, el cual se contraería al reducir lo hinchado que estaba. Ninguna de las dos situaciones sucedieron y la mariposa solamente podía arrastrarse en círculos con su cuerpecito hinchado y sus alas dobladas... Nunca pudo llegar a volar.

Lo que el hombre, en su bondad y apuro no entendió, fue que la restricción de la apertura del capullo, y la lucha requerida por la mariposa para salir por el diminuto agujero, era la forma en que
la naturaleza forzaba fluidos del cuerpo de la mariposa hacia sus alas, para que estuviesen grandes y fuertes y luego pudiese volar

                                                                                                                Cuento

7 de enero de 2011

Perlas de sabiduría (6)


"El hombre es un auriga que conduce un carro tirado por dos briosos caballos: el placer y el  deber. El arte del auriga consiste en templar la fogosidad del corcel negro (placer) y acompasarlo con el blanco (deber) para correr sin perder el equilibrio."
                                                                                                                Platón